LA VERDAD

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domingo, noviembre 08, 2015

LA ORACION ANTES DEL SERMON: EL DIRECTORIO DE LA ADORACION PUBLICA A DIOS


El siguiente extracto es la sección de la Oración antes del sermón del Directorio Público de Oracion (1643) escrito por los pactantes Presbiterianos. Documento importantísimo que nos enseña como debe ser una oración pública y sus componentes. 

De las Oraciones Publicas antes del Sermón

Después de leer la palabra, (y el canto de los salmos,) el ministro que va a predicar, se va a esforzarse en conseguir el corazón (intención) para sí mismo y de sus oidores para que sean afectados de tal forma por sus pecados, para que ellos todos pueden llorar entendiendo sus  mismos pecados ante el Señor, y puedan tener hambre y sed de la gracia de Dios en Jesucristo, procediendo a una confesión completa del pecado, con vergüenza y completa confusión santa, y para invocar al Señor en este sentido:

 “el reconocer nuestra gran pecaminosidad. Primero, a razón del pecado original, el cual (aparte de la culpa que nos hace responsable a una condenación eterna) es la semilla de otros pecados, ha depravado y envenenado todas las facultades y poderes del alma y cuerpo, ensuciando nuestras mejores acciones, y (si no fuera restringido, o nuestros corazones renovados por la gracia) sale a la luz en innumerables transgresiones, y las más grandes rebeliones en contra del Señor, que se hayan jamás cometido por los más viles de los hijos de los hombres; y luego, por razón de nuestros pecados actuales, nuestros propios pecados, los pecados de los magistrados, de los ministros, y de toda la nación, en los cuales somos en muchas maneras accesorios: tales pecados de nosotros reciben muchas temibles agravaciones, habiendo quebrantado todos los mandamientos de la santa, justa y buena ley de Dios; haciendo aquello que es prohibido, y dejando de hacer lo que se nos manda hacer; y eso no solo por nuestra ignorancia y debilidad, pero también mas presuntuosamente, en contra de la luz de nuestras mentes, de nuestras conciencias, y de las operaciones del Espíritu Santo; para que no tengamos que esconder nuestros pecados; para que no despreciemos la rica bondad de Dios, su misericordia, y paciencia, y no estar en contra de las muchas invitaciones y ofertas de gracia en el evangelio; no esforzándonos, como debiéramos, el recibir a Cristo en nuestros corazones por la fe, o caminar como es digno de Él en nuestras vidas.

Para lamentar nuestra ceguera, dureza de corazón, incredulidad, impenitencia, seguridad propia, tibieza, esterilidad; y por no esforzarnos después de la mortificación (del pecado) y en una nueva vida, ni después del ejercicio de la piedad en su poder; y que lo mejor de nosotros no ha caminado firmemente con Dios, guardando nuestra vestimenta sin mancha, ni haber sido tan celoso de su gloria, y de la bondad de otros, como debiéramos: el lamentar sobre los pecados de otras congregaciones de las que son particularmente culpables; a pesar de las abundantes y multiformes misericordias de Dios, el amor de Cristo, la luz del evangelio, y la reforma de la religión, nuestros propios propósitos, promesas, votos, pacto solemnes, y otras obligaciones especiales, por lo contrario.

El reconocer y confesar que, mientras estamos convencidos de nuestra culpa, así, con un profundo sentido, nos juzgamos nosotros mismos indignos del más pequeño de los beneficios, dignos de la más feroz ira de Dios; y de todas las maldiciones de la ley, y de los juicios más pesados infligidos sobre los mas rebeldes pecadores; y para que Dios pueda justamente quitar su reino y evangelio de nosotros, y llenarnos de plaga con toda clase de juicios temporales y espirituales en esta vida, y después tirarnos en las más profundas tinieblas, en el lago que arde con fuego y azufre, en donde el llorar y crujir de dientes es para siempre.

A pesar de todo lo cual, él nos acerca al trono de la gracia, alentándonos a nosotros mismos con la esperanza de una respuesta de gracia a nuestras oraciones, en la riqueza y la suficiencia de ese único sacrificio, la satisfacción y la intercesión del Señor Jesucristo en el diestra de su Padre y nuestro Padre; y en la confianza de las preciosas y grandísimas promesas de misericordia y gracia en el nuevo pacto, a través del mismo Mediador, a despreciar la ira pesada y la maldición de Dios, que no somos capaces de evitar o soportar; y humildemente y sinceramente suplicar clemencia, para la remisión libre y plena de todos nuestros pecados, y sólo por los sufrimientos amargos y méritos preciosos de nuestro único Salvador Jesucristo.

Que el Señor se digne en derramar su amor en nuestros corazones por el Espíritu Santo; nos selle a nosotros, por el mismo Espíritu de adopción, a la plena seguridad de nuestro perdón y  reconciliación; consolar a todos los afligidos de Sion, hablar de paz para el espíritu herido y preocupado, y vendar a los quebrantados de corazón; y para los pecadores confiados en sí mismos y presuntuosos, que les abra los ojos, convenza a sus conciencias, y se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios, para que también reciban el perdón de los pecados y la herencia entre los santificados por la fe en Cristo Jesús.

Con la remisión de los pecados por la sangre de Cristo, orar por la santificación por el Espíritu; la mortificación del pecado que mora en nosotros y muchas veces nos tiraniza; la vivificación de nuestros espíritus muertos con la vida de Dios en Cristo; que nos de la gracia a la medida que nos permita a todos los deberes de conversación y llamamientos para con Dios y los hombres; que nos da la fuerza contra las tentaciones; contra el uso santificado de bendiciones y de las cruces; y la perseverancia en la fe y la obediencia hasta el final.
Orar para la propagación del evangelio y el reino de Cristo a todas las naciones; para la conversión de los Judíos, la plenitud de los gentiles, la caída del Anticristo, y la aceleración de la segunda venida de nuestro Señor; para la liberación de las iglesias que están en dificultades en el exterior de la tiranía de la facción anticristiana, y de las opresiones y las blasfemias de los crueles Musulmanes; para la bendición de Dios sobre las iglesias reformadas, especialmente en las iglesias y reinos de Escocia, Inglaterra e Irlanda, ahora unidos de manera más estricta y religiosa en la Solemne Liga y Pacto Nacional; y para nuestras plantaciones en las zonas remotas del mundo: más particularmente para que la Iglesia y el reino de lo cual somos miembros, que allí Dios establezca la paz y la verdad, la pureza de todos sus ordenanzas, y el poder de la divinidad; el prevenir y eliminar la herejía, el cisma, la profanidad, la superstición, la seguridad y esterilidad bajo los medios de gracia; sanar todas nuestras rencillas y divisiones, y preservarnos de incumplimiento de nuestro Solemne Pacto.

Para orar por todas las autoridades, sobre todo para la Majestad del Rey; para que Dios le haga rico en bendiciones, tanto en su persona y el gobierno; que establezca su trono en la religión y la justicia, que lo guarde del mal consejo, y haga de él un instrumento bendito y glorioso para la conservación y propagación del evangelio, para el fomento y la protección de los que hacen bien, y el terror de todos los que hacen el mal, y de gran bien para toda la Iglesia y de todos sus reinos; para la conversión de la Reina, la educación religiosa del príncipe, y el resto de la simiente real; para el consuelo de la Reina afligida de Bohemia, hermana de nuestro Soberano; y por la restitución y el establecimiento del ilustre príncipe Carlos, Elector Palatino del Rin, a todos sus dominios y dignidades; para una bendición sobre el Tribunal Superior del Parlamento, (al sentarse en cualquiera de estos reinos respectivamente) la nobleza, los jueces y magistrados subordinados, la alta burguesía, y todos los elementos comunes; para todos los pastores y maestros, para que Dios les llene de su Espíritu, los haga ejemplarmente santos, sobrios, justos, pacíficos y amables en sus vidas; sanos, fieles y poderosos en sus ministerios; y sigan todas sus labores con abundancia de éxito y bendición; y dar a todo su pueblo pastores según su corazón; para las universidades, y todas las escuelas y seminarios religiosos de la iglesia y de la Comunidad, que puedan prosperar más y más en el aprendizaje y la piedad; para la ciudad o congregación particular, de que Dios derrame una bendición sobre el ministerio de la palabra, los sacramentos y la disciplina, en el gobierno civil, y todas las varias familias y personas en el mismo; de clemencia a los afligidos bajo cualquier malestar interior o exterior; para tiempos oportunos, y tiempos fructíferos, si como el tiempo pueda requerir; para evitar los juicios que sentimos o tememos, o que estamos sujetos como el hambre, la peste, la espada, y cosas semejantes.

Y, con la confianza de su misericordia a toda su Iglesia, y la aceptación de nuestras personas, a través de los méritos y la mediación de nuestro Sumo Sacerdote, el Señor Jesús, para profesar que es el deseo de nuestra alma el tener comunión con Dios en el uso reverendo y consciente de sus santas ordenanzas; y, con ese fin, orar fervientemente por su gracia y la ayuda eficaz para la santificación de su santo sábado, el día del Señor, en todas las funciones del mismo, públicas y privadas, tanto a nosotros mismos, y a todas las demás congregaciones de su pueblo, conforme a las riquezas y la excelencia del evangelio, que este día se celebra y se disfruta.
Y porque hemos sido oyentes sin frutos en tiempos pasados, y ahora no podemos recibir, como deberíamos, las cosas profundas de Dios, los misterios de Jesucristo, que requieren un discernimiento espiritual; a orar para que el Señor, que enseña provechosamente, que amablemente se complazca a derramar el Espíritu de gracia, junto con los medios externos de los mismos, haciéndonos alcanzar tal medida de la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, nuestro Señor y, en él, las cosas que pertenecen a nuestra paz, para que podamos tener en cuenta todas las cosas como escoria en comparación a él; y que nosotros, habiendo degustado de los primeros frutos de la gloria que está para manifestarse, podamos desear una comunión más plena y perfecta con él, para que donde él está, también nosotros estemos, y disfrutar de la plenitud de esas alegrías y placeres que están a su diestra para siempre.

Más en particular, para que Dios de una manera especial capacite a su siervo (ahora llamado para dispensar el pan de vida para su familia) con la sabiduría, fidelidad, celo, y en palabra, que pueda trazar la palabra de Dios correctamente, y de a cada uno su porción, con evidencias y demostración del Espíritu y de poder; y que el Señor circuncide los oídos y los corazones de los oyentes, para oír, amar, y recibir con mansedumbre la palabra injertada, la cual es capaz de salvar sus almas; hacerlos tan buena tierra para recibir la buena semilla de la palabra, y fortalecerlos contra las tentaciones de Satanás, las preocupaciones del mundo, la dureza de sus corazones, y todo lo demás que pueda impedir sus fructíferas audiencias salvíficos; para que Cristo pueda sea así formado en ellos, y viva en ellos, para que todos sus pensamientos puedan ser llevados en cautiverio a la obediencia de Cristo, y sus corazones sean establecidos en toda buena palabra y obra para siempre.”

Traducción: Caesar Arevalo


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