El título de este artículo implica que existe más de una “critica” a la Constitución de los Estados Unidos desde
la perspectiva Presbiteriana. Esto es lógico y consecuente con la teología Reformada
del gobierno Civil del siglo 16 en adelante en las confesiones Reformadas. En América, los presbiterianos no estuvieron
totalmente desligados de sus predecesores y padres Pactantes en Escocia. Desde sus
inicios los presbiterianos pelearon por la independencia y libertad política de
la nueva nación. Sin embargo, fue la filosofía detrás de la Constitución que estuvo
en conflicto con la doctrina Presbiteriana reformada de el magistrado civil. Hubo, muchas voces de teólogos y ministros presbiterianos (uno de ellos
fue James M. Wilson) que criticaron duramente el hecho que los padres de la nación
Americana dejaron afuera todo reconocimiento a Jesucristo como el Mediador y
Señor del nuevo gobierno político. Aunque la Constitución no es un documento
secular, las alusiones a un “creador” son muy generales y vagas que traerían gravísimas
consecuencias en siglos posteriores, las cuales estamos viendo ahora. Para tener una idea más clara acerca de la posición presbiteriana en relación
a la Constitución de los Estados Unidos, leamos un extracto de la gran obra del
gran teólogo y predicador Presbiteriano
James H Thornwell (1812-1862). Thornwell fue contemporáneo del gran Charles
Hodge. Thornwell escribió mucho acerca del orden social y el gobierno civil
desde una perspectiva Presbiteriana en América. Su argumento es relevante hoy más
que nunca y sirve como una brújula para entender y evaluar las repercusiones
sociales. Ya que los argumentos parten de la cosmovisión bíblica, su argumento también
se aplica a cualquier otra nación:
“La Constitución de los Estados Unidos fue un intento de poner en práctica
la noción de la libertad popular, libertad sin el control de la aristocracia y
el trono, y sin la alianza de una iglesia nacional. El concepto es noble, pero
la ejecución no fue conmensurado con el diseño. El fundamental error de los
padres [fundadores de América] fue que ellos aceptaron una verdad parcial en vez que toda
la verdad. Ellos miraron claramente el lado humano, que el gobierno popular es
resultado de la voluntad popular; y que los gobernadores son los sirvientes y
no los amos de los súbditos, y responsables al pueblo. Ellos fracasaron en
comprender el lado Divino, que todo gobierno justo es la ordenanza de Dios, y
que los magistrados son Sus ministros quienes deben responder a Él por la ejecución
de su deber. La consecuencia de este grave error, y de la exclusiva atención a
un solo aspecto del caso, fue el de investir al pueblo con una especie de supremacía
que insulta a Dios así como fue injurioso a ellos. Ellos se convirtieron en
leyes para sí mismos; no hubo nada más allá de ellos quien supervise y controle sus
caprichos o placeres. Todos fueron responsables al pueblo, pero el pueblo no
fue responsable a nadie. Esto realmente
fue convertir al pueblo en un dios…y así entonces fue puesto una fundación mucho peor de todos los posibles gobiernos, un absolutismo democrático, el cual, en
la ejecución de sus propósitos, no tiene escrúpulos en anular el más solemne
pacto y cancelar la más sagrada obligación.
La voluntad de la mayoría se convirtió en la ley suprema, si es que la
voz del pueblo es para considerarse como la voz de Dios….no es suficiente
entonces el mirar al gobierno como una simple institución del hombre. Debemos contemplar
al pueblo y gobernantes iguales sujetos a la autoridad de Dios. Su voluntad es
la verdad suprema; y es bajo El quien es el soberano que las convenciones son
llamadas, constituciones son estructuradas, y los gobiernos creados. Entonces si
el Estado es una ordenanza de Dios, el debe de reconocer este hecho.
Tu cuerpo honorable ya rectificado hasta cierto punto el error de la
antigua constitución, pero no tan distinto como el pueblo Cristiano de estos
estados desean verlo hecho. Respetuosamente nos aventuramos a decir que no es
suficiente para el estado el gozarse en la luz de la revelación Divina para
reconocer en términos generales la supremacía de Dios; debe de reconocer también
la supremacía de Su Hijo, a quien El ha puesto heredero de todas cosas, por
medio del cual el hizo los cielos. A Jesús Cristo todo poder en los cielos y en
la tierra se le ha dado. Hacia el toda rodilla se doblara, y toda lengua
confesara. El es el gobernador de las naciones, el Rey de reyes, y Señor de
señores.
Si se dice que la sujeción de los gobiernos a Jesucristo no es una relación
que se manifiesta por la razón, y por lo tanto no es obligatorio al Estado, la
respuesta es obvia, los deberes proceden no de la manera en que la relación es
conocida, pero de la verdad de la misma relación. Si el hecho es que Jesucristo
es nuestro Señor, y sabemos que esto es un hecho, no importa como venimos a
conocerlo, pues estamos vinculados y
obligados a reconocerle y a actuar sobre ello. Por lo tanto sabemos con infalible certeza,
que Jesucristo es el Gobernador Supremo de las naciones si aceptamos las
Escrituras como la Palabra de Dios.”
Por Caesar Arevalo
FUENTE: “La Relación del Estado a Cristo” -Pgs. 550-551, por James H Thornwell (1812-1862), teólogo y
predicador Presbiteriano
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